ANÁLISIS | SIGNIFICADO
La oscuridad nos envuelve en su manto, acompañada del aroma del otoño que marca el cambio de estación. El cementerio cobra vida con un gato negro cruzando mi camino, mientras el viento frío me eriza la piel y el aliento de los difuntos se hace sentir. Almas atrapadas en la eternidad, bajo el silencio roto por cuervos negros. El jardín de los muertos vivientes se despliega ante nosotros y no podemos evitar ser absorbidos por su misterio. Es momento de abrir nuestra mente y conectarnos con lo que no podemos ver a simple vista: los sonidos, los sentimientos, los pensamientos que nos rodean, provenientes de aquellos que ya han partido.
Podemos sentir la presencia de los difuntos esta noche, mientras la madera se descompone y el tiempo parece escaparse entre nuestros dedos. Las estatuas talladas a mano, con rostros que aún parecen respirar, nos observan en silencio, esperando nuestra atención. El olor a brasas, el parpadeo de la noche, nos sumergen en una atmósfera atemporal que nos hace reflexionar sobre nuestra propia existencia y el inevitable paso del tiempo. En medio de este escenario, nos encontramos solos con nuestros pensamientos, mientras nuestra propia esencia comienza a resquebrajarse, recordándonos nuestra propia fragilidad.