En La Ribera de Bersuit Vergarabat

En La Ribera

Bersuit Vergarabat

ANÁLISIS | SIGNIFICADO

En las profundidades de la ribera, donde las hormonas bailan al compás de redoblonas y caderas negras que cinturean la miseria, se despliega un escenario de realidades crudas y vibrantes. Esta cloaca de la historia, habitada por los negros de La Boca, Avellaneda, Laferrere, y La Matanza, aún resuena con el dolor que se ha incrustado en su tejido urbano.

Es un lugar donde solo se arroja basura y se inhala pimienta blanca, mientras los corazones supuran verdades ocultas y las murgas resuenan con su canto de resistencia. Entre danzas guerreras que desafían al hambre y cánticos a la peste sin importar el precio, se encuentra el arte de la pelea en su forma más cruda y auténtica.

Es una fotografía diaria devorada por el hambre, donde un automóvil puede significar la salvación por un mes más. Como una manada acechando a sus presas, no hay mayor crimen que permitirse ser pisoteado. En esta ribera, el sexo es barato, y a los quince años se puede vislumbrar la cara de Dios entre sombras y luces de un reflejo distorsionado.

Es un lugar donde el chaperío estalla, donde los indios no han desaparecido por completo y las condecoraciones cuelgan de a diez en las tetas, marcando una historia que ningún genocida se atrevió a cargar. Si no mueren de hambre, es porque algo en su sangre todavía palpita, algo que el viento no ha podido arrastrar.

Bajo el manto de la noche, cumbiean con historias que desafían cualquier imaginación cruel. Mastican rabia como lo hacían en antiguas reducciones, sin conocer realmente el origen de su propia piel. La púa se convierte en una lanza guerrera, un arma para el cazador urbano, y envenenarlos parece ser más una respuesta a su desesperación que un acto de violencia.

En la ribera, todos son víctimas y perpetradores, donde el parapléjico mueve y el abuelo roba, en un baile de vida y muerte que se renueva constantemente. La rebelión indigente regala vida desde el agujero, en medio de las flores del riachuelo que parecen brotar a pesar de todo. En la ribera, entre tanta crudeza, la belleza se hace presente de una manera inesperada, desafiando los límites de lo que se considera bonito.

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