ANÁLISIS | SIGNIFICADO
En las frías calles, los habitantes han vuelto a sus hogares: maestros, doctores, cantantes. Muñecos de nieve pasean, adornando diciembre con rojo y verde mientras las luces se encienden. La noche más especial se acerca, y todo está listo para recibir lo que falta. Llegan los chocolates y el champán, invitando a bailar a quienes deseen. Los caramelos son para aquellos que ayer solo podían llorar. Un trozo de turrón puede sanar el corazón, una sorpresa para hacer sonreír a la abuela. El bullicio no da tregua, pero, ¿cómo descansar tras este festín de chocolates y caramelos?
Una farola ilumina el pueblo, proyectando la sombra de un bastón de caramelos. Los niños anhelan su sabor, vestidos con gorros, guantes, bufandas y jerséis, esperando impacientes el día de regalos o carbón para los mentirosos. Al calor de la chimenea, una galleta y un vaso de leche aguardan por si los renos llegan. La navidad se siente en el aire, y algo de turrón endulza nuestro corazón, con sorpresas que dibujan sonrisas en los rostros de los mayores.
Y en medio de la alegría, recordamos a los que no tienen regalos y compartimos los nuestros. Si la suerte no te ha sonreído, un abrazo de algodón reconfortará tu alma. Santa Claus no se ha olvidado de nadie, solo nos enseña nuevas formas de vivir, de valorar lo que tenemos y celebrar la presencia mutua. Chocolates, champán, caramelos, mazapán; el final se acerca, pero una nueva canción comienza. Todos juntos en el salón, anhelando el próximo año con la misma esencia: chocolate y caramelos.