ANÁLISIS | SIGNIFICADO
En las páginas en blanco de mi diario, que han permanecido intocadas desde que se fue, y las persianas cerradas en mi casa que no dejan entrar la luz del día, todo parece congelado en el tiempo. El polvo se acumula en mi estéreo, ya que no puedo enfrentar la idea de escuchar la radio sin él. El piano descansa en una esquina sombría, con una fotografía de su rostro como única compañía.
Cada rincón de mi hogar guarda un recuerdo suyo: manchas de café en su libro favorito, revistas que él solía dejar tiradas en el suelo, una toalla olvidada colgando en la pared. Pero ya no hay rastro de su presencia, solo el eco de su ausencia que me envuelve en soledad.
El temor me paraliza al enfrentar un nuevo día, porque la sombra de la incertidumbre parece no desvanecerse en mi interior. En un breve instante, él se marchó y ahora me encuentro sumida en el miedo, en la desoladora sensación de haber perdido algo irremplazable.
Mis pensamientos se entrelazan con la nostalgia y el anhelo, mientras el eco de su partida resuena en cada rincón de mi ser. ¿Cómo seguir adelante cuando todo a mi alrededor me recuerda su ausencia? El tiempo se detiene, y el miedo se convierte en mi único compañero en esta nueva realidad desoladora.
En un instante todo cambió, él se fue, y ahora me encuentro aquí, enfrentando mis miedos en la oscuridad de la incertidumbre. Pero entre las sombras de la nostalgia y el temor, persiste una chispa de esperanza, una luz que quizás pueda guiarme de nuevo hacia la calma. Porque incluso en medio del miedo, siempre hay lugar para la esperanza y la posibilidad de un nuevo amanecer.