ANÁLISIS | SIGNIFICADO
La cotidianidad se repite de forma monótona, como un eco constante de los mismos días entre sí. La sensación de estar despierto sin realmente estarlo, atrapado en un estado de vigilia sin poder conciliar el sueño. Las redes sociales acechan al acecho, amenazando con consumir cada pedacito de la existencia. Las comparaciones con los demás resuenan en el eco de la mente, recordando constantemente que aparentemente a todos les va mejor.
En medio de todos los consejos bienintencionados de que la tristeza pasará, la realidad es que no se experimenta tristeza, sino un vacío, la ausencia total de emociones. El deseo de desconectar, de renunciar a la interacción con el mundo exterior, de entregarse a la propia tristeza sin reservas. Reconocer la confusión de sentirse solo pero al mismo tiempo anhelar la soledad, el conflicto entre la apatía y el miedo a la desaparición.
La mente no encuentra paz, no cesa de tejer escenarios catastróficos en un ciclo interminable. A pesar de que al final las preocupaciones resulten infundadas, siempre acechará el temor a lo desconocido, a la próxima adversidad. El dilema interno de desear que el pasado retorne, de reconocer la sensación de vacío que habita en lo más profundo, de aceptar que la propia ausencia es la que pesa en el alma.
No hay ganas de pensar, ni de interactuar con nadie más que con la propia melancolía. Permanecer inmóvil en la cama, permitiendo que las lágrimas fluyan en libertad, entendiendo que en ocasiones está permitido sentirse mal. La mente, en constante ebullición, girando sin cesar en un torbellino de pensamientos turbulentos que se resisten a detenerse. La lucha interna por encontrar la calma en medio de la tormenta emocional, sabiendo que a veces, está bien, simplemente, estar mal.
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