ANÁLISIS | SIGNIFICADO
En medio de otro ego trip, Rubén Pozo se encuentra en la palestra, con su alma empeñada una vez más y un riff en la mente mientras cruza la avenida rumbo a una movida. Una epifanía le asalta en el camino, al entrar en escena esa noche y recibir la mirada de Eva, llena de asco y vergüenza.
Al día siguiente, mientras cae la tarde, aún con un peta por fumar, toca la guitarra y recuerda momentos con melancolía. Se autocensura al pensar en lo vivido, pero admite la alegría de verla llegar, entre cervezas y abrazos. Las miradas, los juramentos olvidados, los encuentros fortuitos; todo se mezcla en un torbellino de sensaciones encontradas, entre asco y vergüenza.
En un estado de desconcierto y desazón, Rubén reflexiona sobre las miserias del día siguiente, la falta de representatividad en la sociedad y la moral manipulada por intereses ajenos. Se siente diminuto ante el panorama, pero no puede evitar revolverse y hacer nuevos juramentos, aunque suene a promesas efímeras. La mirada de ella, el reencuentro en lugares insospechados, la sensación de simio perdido en una selva urbana, todo contribuye a su malestar, entre pánico y vergüenza.
Y así, entre pensamientos confusos, recuerdos entrelazados y emociones contradictorias, Rubén Pozo se sumerge en un mar de asco y vergüenza que lo lleva a una resaca de audiencia, cargada de lascivia y desencanto. Pero, a pesar de todo, sus ojos siguen yéndose hacia ella, incapaces de dejar de mirarla, en un ciclo sin fin de atracción y repulsión.