ANÁLISIS | SIGNIFICADO
Desde la lejanía de Buenos Aires, estas letras van dirigidas a la querida Abuela Emilia. En medio de la bulliciosa ciudad, mi pensamiento se detiene en usted, con su inmensa paciencia dedicada a cuidar las flores y los pájaros que tanto adora.
No puedo evitar recordar aquel día en que nos despedimos, y sus palabras de aliento resonaron en mi ser, prometiendo que todo estaría bien. Mi madre me cuenta los cambios que ha habido, que el tiempo también ha dejado su huella en usted, limitando sus pasos. Por eso, le escribo, con la esperanza de alegrarle el corazón y traerle mejoría.
Me pregunto, Abuela, cómo se enfrenta a la vida con esa inmensa melancolía que siento en mi pecho. A veces la resignación parece lejana, pero su recuerdo me reconforta en esos momentos de nostalgia.
Si pudiera, volaría para estar a su lado una vez más, escuchando los cuentos que solía contarme junto a la ventana en mi infancia. Todos esos pequeños detalles, como regar las plantas y esperar mis pasos al atardecer, son tesoros que guardo en mi corazón.
Y así, entre palabras llenas de afecto, le pido que me recuerde un poco y que me escriba, pues aquí en Buenos Aires la lluvia comienza a caer y los niños acaban de regresar de la escuela. Su ausencia se hace notar, Abuela Emilia, y anhelo el día en que pueda volver a estar a su lado.