ANÁLISIS | SIGNIFICADO
Había un juego que solíamos disfrutar, recorrer la ciudad en las noches de viernes y descansar en la cama hasta el domingo. Nos sentíamos tan libres, viviendo por el amor que compartíamos y escapando de la realidad. Todo era como un sueño, una fantasía que nos envolvía.
Rezábamos por un amor eterno, manteniendo siempre la fe en ese sentimiento poderoso. El amor era lo más grande que conocíamos, era el centro de nuestro mundo. Siempre fui sincero y leal en nuestras relaciones, nunca permitiendo que la inestabilidad se interpusiera en nuestro camino.
Hubo un tiempo en el que rezábamos, manteniendo viva la llama del amor. Nos entregábamos por completo al juego que compartíamos, con todas las cartas sobre la mesa. La confianza era nuestro pilar, sin permitir que se dudara de nuestra estabilidad y compromiso.
En este juego que nos encantaba jugar, nos perdíamos en la ciudad las noches de viernes y pasábamos los días en la cama hasta el domingo. Siempre nos sentíamos libres, viviendo intensamente por el amor que nos unía, sin prestar atención a la realidad que nos rodeaba.
No fue solo mi imaginación, fue real. La intensidad de nuestras emociones, la pasión de nuestros momentos juntos, todo era tangible y verdadero. En cada instante, en cada suspiro, en cada latido, nuestro amor era auténtico.
No fue solo mi imaginación. Nuestro amor trascendió más allá de los límites de lo inventado, fue vivido y sentido en cada fibra de nuestro ser. En cada nota de esta canción, en cada palabra cantada, se refleja la profundidad de nuestro vínculo. En el vaivén de nuestras vidas, en la danza de nuestras almas, nuestro amor perdurará por siempre.