ANÁLISIS | SIGNIFICADO
La luna cuelga como un retrato cruel, mientras suaves vientos susurran las órdenes de los árboles. Esta tragedia comienza con un corazón de cristal hecho añicos y el trampling de sueños de la pesadilla de medianoche. Pero no, no hay lágrimas por favor, el miedo y el dolor pueden acompañar a la muerte, pero es el deseo el que conduce a su certeza, como veremos.
Ella era la criatura de la divinidad que besaba en espejos fríos, una Reina de nieve inigualable, con labios sintonizados con la simetría, buscada en todas partes. Ojos oscurecidos por licor, una pesadilla árabe. Brillaba en acuarelas de mi vida en el estanque como una perla, hasta que aquellos que no podían tenerla la liberaron de este mundo.
Esa fatídica noche cuando los árboles olían a ocaso y alcanfor, sus linternas persiguieron fantasmas y lanzaron una mirada inquisitiva, como las sombras que proyectaban sobre mi amor recogiendo rue a la luz de la luna. Poniendo la razón en fuga o en la muerte como su camino, se arrastraron por los bosques hipnotizados por la ley de tafetán de sus caderas que dominaban sobre todo lo que observaban, excepto la niebla en alza, una bendición mortal para ocultar su fantasma en la niebla.
La violaron a la izquierda, cinco hombres de Dios, su fantasma en la niebla. El alba la descubrió allí bajo la mirada de los cedros, el vestido de seda rasgado, su cabello de cuervo volando para vestir su belleza desnuda, salpicada de escarcha, supe que la había perdido. Lloré hasta que las lágrimas volvieron a rezar.
Había jurado ante mí votos en sangre fragante 'Nunca separarnos, a menos que el celoso Cielo robara nuestros corazones'. Entonces grité: 'Vuelve a mí, nací amándote, ¿por qué debería interponerse el destino entre nosotros? Y mientras ahogaba sus curvas suaves con sueños no dichos y palabras finales, vi un destello pisoteado en la tierra... la llave de la torre del campanario de la iglesia.
La aldea la lloró por casualidad, porque había sido una bruja que los hombres ansiaban probar. Y me quebré bajo Cristo buscando señales culpables, mi alma torturada en hielo. Una Reina de nieve inigualable, con labios sintonizados con la simetría, buscada en todas partes. Ojos trappistine, una pesadilla árabe. Ella estaba poseída por Ersulie, de piel blanco lechoso, mi Yin de porcelana, un ángel de pecado grácil.
Y así, para ella, la brisa olía a ocaso y alcanfor, mi linterna perseguía su fantasma y prendía fuego a su capilla, todos encerrados en un dolor mejor reservado para el juicio que su biblia interpretó. Poniendo la razón en fuga o en llamas sin vergüenza, barrí de los gritos hipnotizado por la ley de tafetán de sus caderas que dominaban sobre todos los que estaban a la espera, excepto la niebla en alza, una bendición final para ocultar su fantasma en la niebla.
Y abracé donde los amantes se descomponen, su fantasma en la niebla, su fantasma en la niebla.
