Biografía de

MISIA nació en Oporto, ciudad en la que vivió hasta el final de su adolescencia. Hija de una familia de marcados contrastes socioculturales, es la tercera generación de artistas por línea materna. De su madre y de su abuela hereda la fascinación por el mundo del espectáculo.

Motivos familiares la obligan a interrumpir sus estudios e instalarse en Barcelona, donde toma contacto con nuevas expresiones artísticas. Al mismo tiempo la distancia y la saudade empiezan a consolidar una mirada propia sobre sus raíces culturales. Siempre reaparece de esta manera la memoria del fado (y de sus primeras experiencias en las "casas de fado" portuenses), perfilándose como una fuerza inspiradora y, más tarde, una vocación. En sordina inicia un viaje al interior lejos de Portugal.

Mientras tanto, MISIA actúa en varios programas de televisión, canta en diversos estilos, en diferentes idiomas, en distintos locales de la "movida" madrileña. Prueba un poco de todo, encartando aún la profesión como un excitante modus vivendi familiar. De esos años, ricos en anónimas experiencias artísticas, vivencias bohemias y dificultades económicas, MISIA guarda memoria y un útil aprendizaje de escenario, sin olvidar un especial cariño por las pensiones y los trenes...

En 1990, el viaje al interior tiene como destino final el fado y el retorno a Portugal, donde vive hasta hoy. Decidida a valorar este género de música urbana, temporalmente caído en desgracia cultural y comercial tras la Revolución de los Claveles (1974), MISIA empieza a trabajar en Lisboa con músicos, compositores, letristas y poetas.

MISIA presentó después RITUAL, su sexto trabajo en estudio, en el que mima como nunca el fado más tradicional (guitarra portuguesa, viola de fado y bajo acústico). Con textos en su mayoría escritos por letristas y grabado en "takes enteros", como se hacía hace cincuenta años, Ritual cuenta además con dos trabajos inéditos de Carlos Gonçalves, el gran compositor y acompañante de Amalia Rodrigues.

En su disco CANTO llega una Mísia profunda, auténtica y cautivadora. Es un álbum en el que canta composiciones del gran Carlos Paredes, recientemente fallecido. Aquí Misia se entrega totalmente, sin artificios técnicos o gratuitas acrobacias vocales.

Y por fin, en el 2005, llega DRAMA BOX, su esperado nuevo trabajo, en el que sorprenderá a propios y extraños con su genial interpretación, en portugués y español. Verdadero sentimiento.

Drama Box son tangos, boleros, fados; son letras y músicas del sur que florecen de nervio y de rojo aquí cantadas por Mísia. Como una atleta de emociones, como decía Kleist para hablar de los grandes actores, Mísia nos hace recorrer en Drama Box el ciclo irresistible de la pasión: "Primero hay que saber sufrir, después amar, después partiry al fin andar sin pensamiento…" El amor, al igual que la tristeza, no son propios ni de un lugar ni de una época, y cuando en Drama Box somos transportados a una ciudad, es de noche y es de siempre. Puede ser que sea Buenos Aires, o Lisboa, o París o Barcelona, pero tendrá poetas febriles por la pasión y músicos poseídos. Y es seguro que hay en medio de esta ciudad a la que somos conducidos por la voz de Mísia un espectáculo raro en el que embarcamos, el único edificio que la pasión consiente: el pozo de la muerte, entretenimiento popular y de riesgo.

Porque al oír cantar a Mísia de esa manera tan porteña como portuguesa, somos atraídos hacia esa experiencia única, irresistible y veloz del descenso al pozo que ahora, ya dentro de cada uno de nosotros, es un torbellino de emociones, imágenes, saudades, recuerdos, gestos y palabras antiguas y, así, a la velocidad aturdidora que estas canciones tienen, desafiamos el equilibrio de los días, el confort de las certezas, regresamos a una animalidad ya desesperada, ya lánguida. Pero después de oír Drama Box sabemos que no hay otra salida digna para la desesperación y que sólo como amantes que continúan más allá de la pérdida seremos merecedores de la vida. Se sabe de la importancia de la imagen en el trabajo de Mísia. Se trata de una actitud singular de gratitud hacia quien la oye y hacia quien la ve, a quien ella se ofrece en los escenarios con la delicadeza de una prenda oriental. Pero mucho antes de ese ofrecimiento está la voz, y ese modo de cantar el recuerdo que lo transforma en un dolor físico en nosotros y a nuestro alrededor, e ilumina dentro del cuerpo los sentimientos perdidos o los eludidos y nos hace volver a la vida.

Estas canciones forman parte de una religión sin dioses, hecha de ritos urbanos, excesivos y exuberantes, de enciende un fuego preso", de secretos y de pertenencia única. No debe dar vergüenza decirlo: es en el exceso de la pasión, al igual que en la desmesura, donde la pérdida provoca que lo más grande de cada uno se vuelva dios o nada. Mísia canta y nos hace sentir toda la intensidad en el recuerdo de la flor que fue rozada, en la puerta que se atravesó, igual que ardió en el pecho el primer abrazo, la nostalgia de la primera sonrisa, y lo canta sin dejar en una nebulosa las palabras.

Con una dicción pura, con una forma de comprimir las sílabas, las que más duelen, para que sugieran más, y dilatando otras, aquellas que más amor prometían Es verdad que no hay nombre de mujer más común que el de María, como en el tango "Yo soy María", lo que quiere decir que este sufrimiento de pérdida es universal y, al mismo tiempo, que cada amado siente que su pérdida es única y la más excesiva y la más injusta, y la grandeza de esta obra musical que es Drama Box, de sus arreglos, de sus letras, pero principalmente de la interpretación de Mísia, es hacer que nos sintamos únicos tanto en la grandeza de la pasión como en la pérdida. Y esto es raro y sólo es posible cuando se es una gran cantante.

Fuente: KJMM a través de Musica.com

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