Robin Espejo

Biografía de Robin Espejo

Robin Espejo

Cazador furtivo de pájaros en su juventud, recibió su primera organeta como regalo de navidad a los quince años. Chitarero de nacimiento y tibuyano de crianza, este talento innato nortesantandereano, camina con pasos de gigante en el competido ámbito musical latinoamericano.

Algún Diciembre de principios de los noventa, se entristeció al ser el único de su familia que no recibió regalo de navidad.

Mientras su hermano, padres y primos celebraban y disfrutaban sus obsequios, él se quedó en un rincón preguntándose la razón de tal olvido. Lo que no se imaginó entonces, fue que en algún rincón de la casa estaba escondido el más precioso de los regalos que ha recibido en su vida: un piano.

El instrumento, que en realidad era un teclado pequeño marca Yamaha, estaba oculto dentro de una vela de adorno forrada en celofán con un bombillita de colores en la punta que hacía las veces de llama. Lo sacó, lo conectó, probó sus teclas, y el sonido mágico de sus notas lo envolvió en un universo melodioso que no abandonó nunca.

Robin Armando Espejo Cañas, nació en Chinácota, pero su infancia y adolescencia transcurrieron en el ambiente bucólico y ardiente de Tibú, donde pasó tardes enteras metido en ríos y cañadas con sus amigos, pescando bocachicos y bagres rayados que en su mayoría terminaban en alguna cacerola de alguna de las casas de sus vecinos.

Fue para esa misma época cuando se volvió un experto cazador artesanal. Armado de una cauchera se iba de safari con sus compañeros a perseguir y atormentar a cuanta lagartija, iguana, guartinajo, faro o rata tuviera la mala fortuna de atravesarse en su camino y en su buena puntería.

Sin embargo, no fue eso lo que le reportó los mejores dividendos, sino el volverse especialista en la cacería de pájaros y aves tropicales. Con su oído e instinto de cazador rancio, ubicaba los lugares preferidos de las aves de monte y siguiendo su trinar se escabullía sigilosamente entre los matorrales para dejar la trampa: una jaula de salida falsa llena de provocativas frutas en su interior a donde llegaba la inocente criatura y no volvía a salir. En su defecto, y cuando ganaba la pereza, se dedicaban a embadurnar los árboles de una especie de brea que dejaba a los pájaros pegados y al alcance de su mano.

Su abuela, amante del canto incesante de las aves tropicales, fue la principal impulsora de esa actividad juvenil, pues Robin recibía de su parte la suma de Cien Pesos por pájaro común y Ciento Cincuenta si se trataba de algún canario, peraulato o arrendajo, que eran los más finos.

Robin Armando creció en medio de una familia no muy numerosa pero si muy unida. Los festejos tradicionales y religiosos nunca faltaron en su hogar, donde papá y mamá se esforzaron al máximo por ofrecer a sus hijos un presente y un futuro feliz, por lo que trataron en su medida, de respetar las decisiones de sus dos muchachos sin entrometerse más que para apoyarlos.

Quería ser piloto. Pero esta ilusión la tumbó desde muy joven su pasión inexorable por la música, que aprendió de oído, sin necesidad nunca de estudiar bajo una rígida formación académica que lo acreditara como tal. Lo suyo es innato.

Lo supo cuando quedaba iniciado por las ganas de interpretar alguna melodía en el teclado de un amigo que apenas si se lo dejaba tocar, y lo supo cuando sus padres le obsequiaron aquel pequeño piano de dos octavas, ese diciembre remoto cuando aún no completaba sus quince años de vida.

De ahí en adelante para él, todo se convirtió en música. Desayunaba y almorzaba con música y su cena la completaba tratando de sacar en el teclado las melodías románticas de Franco de Vita, Ricardo Montaner, Rudy La Escala y Yordano. Dedicó horas enteras en perfeccionar las canciones con las que enamoró a sus primeras novias y se ganó sus primeros aplausos.

Cada que iba alguna orquesta a presentarse a Tibú, él se las ingeniaba para estar presente en los ensayos, hablar con los músicos y permanecer en la tarima, detrás de bambalinas, durante el concierto, solo por el placer de ver a los músicos en acción y aprender cuanto pudiera de técnicas y secretos de los profesionales.

Su primera presentación musical, con público grande, aparte de las de su escuela, fue con un grupo vallenato llamado Acordeones de Plata, donde lo invitaron a cantar y a hacer coros. Era la primera vez que se enfrentaba a un auditorio y la única forma de disimular su ansiedad fue bailar y cantar con las manos entre los bolsillos.

Robin decide radicarse en Cúcuta, donde empezó a ser reconocido por primera vez, como cantante estrella de los bares y discotecas de moda de la década de los noventa. En Ziara Piano Bar, interpretó un par de canciones con tan buena recepción del público, que su dueño decide conservarlo como cantante de planta de su negocio, y empieza a promocionarlo en otros centros nocturnos de la ciudad, y su carrera empieza a elevarse con contratos que lo mantenían ocupado de lunes a lunes.

Con el dinero recolectado en sus presentaciones compra el primero de muchos teclados profesionales que tuvo en aquella época. Con eso, su experiencia, talento y ahorros decide irse para Medellín a probar mejor suerte.

En la capital antioqueña comienza a hacer amistad con varios músicos profesionales a los que les manifestaba su intención de ser un cantante reconocido, y ya no de discotecas. Uno de ellos lo lleva a un ensayo de la Orquesta de Alfredo de La Fé, donde hace una pequeña intervención en el piano, y allí el destino le da su primer golpe de fortuna, cuando el reconocido compositor colombiano le dice: -¿Dónde estabas metido? Si hubieses llegado un par de semanas antes a Medellín, tú serías el cantante para mi orquesta-

Alfredo de La Fé lo pone en contacto con Julio Ernesto Estrada, Fruko, y este lo conecta directamente con Discos Fuentes, donde luego de presentar un casting, le ofrecen su primer contrato discográfico en 1996.

Posteriormente, el mismo Fruko lo invita a ser parte de su orquesta y de ahí en adelante le empezaron a llover las ofertas de trabajo. Robin participa como corista en Los Titanes, la Sonora Dinamita y, finalmente, se da a conocer al país como cantante líder de la Banda La Bocana, donde luego de sortear algunos inconvenientes y gracias a la intermediación de Fruko, que creyó en su talento desde un principio, logra que los productores de la disquera incluyan en el repertorio del disco la primera canción de su autoría: ‘A gozar todo el mundo’, que tuvo sus detractores por ser de un género diferente al que interpretaba la orquesta.

A los dos meses la canción estaba posicionada en los primeros lugares de emisoras y discotecas, no solo del país sino del continente, y se hace merecedor de grabar un video que lo dio a conocer en toda América Latina.

Luego de cuatro años de trayectoria en Banda La Bocana, la disquera decide no seguirle invirtiendo a su producción y Robin aprovecha esta coyuntura para hacer realidad su sueño de producir a un mayor nivel profesional, y decide trasladarse a Miami, donde reside desde hace nueve años y donde ha logrado cosechar sus mayores éxitos como artista.

Los primeros días en la Capital del Sol no fueron fáciles. Pasó días enteros buscando una oportunidad que resultaron infructuosos, y en lo que llegaba en las noches a mirar al techo pensando que tal vez había tomado el camino equivocado. Cuando ya estaba a punto de desfallecer es un intento, otro golpe de fortuna, más asociado a su empeño que a la suerte, le dio el empujón definitivo a su carrera. Después de mucho insistirle al profesor de canto que entrenaba a artistas como Ricky Martin, Shalim y David Visbal, y de recibir de su parte innumerables negativas para aceptarlo en su escuela por falta de tiempo, una noche recibió su llamada: - Está bien, lo acepto como alumno porque ya me tiene cansado con tanta insistencia-

En el ensayo le causó tanta impresión al profesor, que no dudó en aceptarlo como estudiante y en preparar para él, en menos de lo que imaginaba, los primeros repertorios de prueba para cantantes famosos como Luis Miguel y Cristian Castro. Los productores que escuchaban sus demos empezaron a preguntar por quien era esa voz, y en ese camino de agradables casualidades, conoce finalmente a Emilio Estefan quien lo invita a participar en los coros y un video de la célebre orquesta Miami Sound Machine.

De ahí en adelante, la carrera de Robin ha continuado en ascenso permanente. Luego de conocer a Kike Santander, este lo llama a hacer voces en las producciones de Ricky Martin, Olga Tañón, Diego Torres, Carlos Ponce, John secada, entre otros grandes artistas.

Pero ahí no quería parar. Luego de una clara reflexión de hacia donde quería orientar su carrera, decide no seguir buscando alguna firma que grabara su trabajo y decide producirlo él mismo, en su propio estudio, y tras seis meses de arduo trabajo de jornadas de dieciocho horas diarias, Robin ve hoy los frutos de su trabajo con el lanzamiento de su disco: ‘Robin Espejo Diferente’, del cual ya se ha escuchado su éxito ‘Mañana por la mañana’ y que actualmente trabaja en su segundo sencillo: Eres Fuego.

Católico practicante, agradece a Dios el éxito de su trabajo: ‘Él siempre está en mi boca, siempre le doy gracias, es una luz guía para mi’. Está convencido de que gracias a la intervención divina, sumado a su talento y perseverancia, el nombre de Robin Espejo es reconocido hoy en día en el ámbito musical nacional y extranjero.

Así lo visualizó y así lo soñó, desde aquella navidad remota en la que en medio de su actividad como cazador furtivo de pájaros e iguanas, recibió el significativo regalo que guardó para siempre en su memoria

Fuente: ruthnelly a través de Musica.com

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