ANÁLISIS | SIGNIFICADO
En las tranquilas aguas del día y en las oscuras noches, el pescador se hace a la mar sin importarle el horario que la mar le imponga. Con su piel curtida por el sol y el viento, lleva consigo su red, sus anzuelos y sobre todo, su deber.
Boga incansablemente, vuelve a bogar una y otra vez para cumplir con su arduo trabajo en el mar. Las horas se convierten en días, los días en meses, y en esa rutina su alegría y su tristeza son compartidas solo por los peces.
En cada jornada, en cada lance de la red, el pescador lleva consigo los recuerdos de su tierra, la imagen de su amada, la sonrisa de su madre, o el rostro del hijo que nació el día en que él partió. Y aunque jure cada vez que regresa a tierra firme que será la última vez que se aventura en el mar, su destino está marcado por las olas y regresa una y otra vez, porque su verdadero amor es el mar.
De océano en océano, con su anzuelo y su red como fieles compañeros, el pescador desafía al rayo y al viento, encontrando en la inmensidad del mar la verdadera esencia de su vida. Nadie conoce los sueños que acunan las noches del pescador, solo él y el mar en íntima comunión.
Cada captura es un triunfo, un lazo invisible que une al pescador con su amor más profundo. Con una palma en la mano y el amor en el corazón, el pescador desafía al mar, desafiándose a sí mismo una vez más. Boga, boga incansablemente, porque en cada vaivén de las olas encuentra la fuerza para seguir adelante, sabiendo que su destino está entrelazado con el eterno abrazo del mar.
