ANÁLISIS | SIGNIFICADO
En un momento de profunda desesperación, pronuncio tu nombre en un lamento suspirado una y otra vez. Me encuentro eclipsado espiritualmente, incapaz de buscar en las puertas cerradas. La noche envuelve el firmamento con un manto de estrellas que observan, mientras mi sombra emerge de la luz, la luz del ojo en la oscuridad.
Mis memorias surcan aguas turbulentas sin fin, buscando incansablemente día y noche. El resplandor de la luna acaricia una colina solitaria con la serenidad de un susurro. Llevo un alma desnuda, un rostro en blanco reflejado en las aguas en movimiento. El frío se cuela en este lugar, la escarcha marca mi abrigo con polvo.
Mis ojos se fijan en tu retrato mudo, comunicándonos solo a través de pensamientos. Juntos contemplamos, esperamos. Las horas traen consigo la sed y el sol naciente. Los pájaros del sol abandonan sus escondites oscuros, los reflejos doran los pasajes arqueados.
No vuelvas tu rostro hacia mí, enfrentándome a mi soledad. Te encuentras en un bosque desconocido, en el vergel secreto, y tu voz es vasta y acromática, pero aún así preciosa.
La canción de cuna de la luna creciente te llevó, hipnotizado por su rostro caleidoscópico. Te concedió una mirada hueca, otro alma dentro de la manada divina. He guardado el símbolo de la amaranto, oculto en el santuario dorado, hasta que nos regocijemos en el prado del final, cuando ambos caminemos entre las sombras y se encienda y desaparezca: la rosa negra inmortal.
La oscuridad vuelve a avanzar, el crepúsculo se desliza por los campos. Los árboles de la tarde gimen como si supieran. Por las noches siempre sueño contigo.