ANÁLISIS | SIGNIFICADO
Una vez el ángel del Señor apareció ante mí, sacándome de mi lugar de sueño. Me elevó alto, aún más alto, hasta que llegamos a los espacios entre el aire mismo. Me llevó a vastos campos de cultivo en el Medio Oeste. Mientras descendíamos, los gritos de la inminente perdición surgían de la tierra. Mil, no, un millón de voces llenas de miedo. El terror se apoderaba de mí. Supliqué: 'Ángel del Señor, ¿qué son estos gritos torturados?' El ángel me respondió: 'Estos son los llantos de las zanahorias, ¡los llantos de las zanahorias! Ves, Reverendo Maynard, mañana es día de cosecha y para ellas es el holocausto'. Desperté empapado en sudor, como las lágrimas de un millón de hermanos aterrados, y grité: '¡Escúchame ahora, he visto la luz! Tienen conciencia, tienen vida, tienen alma. ¡Malditos! ¡Dejad que los conejos usen anteojos! ¡Salvad a nuestros hermanos!' ¿Puedo obtener un amén? ¿Puedo obtener un aleluya? Gracias, Jesús. La vida se alimenta de vida.
Era de día cuando despertaste en tu zanja. Miraste al cielo y el azul se convirtió en tu color. Tenías un cuchillo contigo. Cuando te levantaste, tenías un líquido viscoso sobre la ropa. Tus manos estaban pegajosas. Te las limpiaste en el pasto, ahora tu color era verde. Oh Señor, ¿por qué todo tenía que seguir cambiando así? Estabas poniéndote nervioso de nuevo. Tu cabeza dolía y sonaba cuando te levantabas. Tu cabeza estaba casi vacía. Siempre te dolía al despertar así. Arrastraste tu cuerpo fuera de la zanja hacia la carretera de grava y comenzaste a caminar, esperando que el resto de tu mente regresara a ti. Viste el auto estacionado lejos en la carretera y caminaste hacia él. 'Si Dios es nuestro Padre', pensaste, 'entonces Satanás debe ser nuestro primo'. ¿Por qué nadie más entendía estas cosas importantes? Llegaste a tu auto y probaste todas las puertas. Estaban cerradas con llave. Era un auto rojo y era nuevo. Había un costoso estuche de cámara de cuero en el asiento. Más allá, en tu campo, podías ver a dos pequeñas personas caminando cerca de tu bosque. Comenzaste a caminar hacia ellas. Ahora tu color era rojo y, por supuesto, esas pequeñas personas también eran tuyas.
