ANÁLISIS | SIGNIFICADO
Cuando el cálido sol se pone en el horizonte, los pájaros cantan sus melodías vespertinas y el trueno del verano resuena en el aire. Es el momento del año donde los sonidos de la música llenan mis oídos, mientras las campanas repican a lo lejos y el césped recién cortado emite aromas dulces y reconfortantes. Junto al río, manos se entrelazan, me levantan y me acuestan suavemente, en un momento de quietud y conexión con la naturaleza.
En la calma de la noche, donde el silencio cae como un manto, se escucha el sonido plateado de un tiempo tan extraño, una melodía que invita a ser cantada y compartida. Los risueños niños añaden su alegría a la sinfonía nocturna, mientras el último rayo de sol se desvanece en el horizonte.
Es entonces cuando el gordo viejo sol finalmente se despide, y en medio de esa transición entre el día y la noche, entre la luz y la oscuridad, se invita a cantar, a elevar la voz y dejarse llevar por la magia de ese momento efímero y hermoso. Es un canto al atardecer, a la naturaleza en su plenitud, a la armonía que se encuentra en los pequeños detalles de la vida, recordándonos que la belleza está presente en cada instante, incluso en la caída del gordo viejo sol.